Ojalá aprenda a pensar por sí mismo
Tengo un hijo adolescente. Y si algo me preocupa últimamente, no es solo que estudie, que saque buenas notas o que decida qué hacer con su futuro.
Lo que de verdad me inquieta es que sepa pensar por sí mismo.
- Que no repita lo que escucha sin reflexionarlo.
- Que no crea todo lo que ve.
- Que se atreva a cuestionar, incluso cuando las respuestas no sean fáciles, cómodas o políticamente correctas.
Vivimos rodeados de mensajes. Todo el día.
Según algunos estudios, una persona recibe entre 6.000 y 10.000 impactos publicitarios diarios.
A eso súmale vídeos, titulares, contenidos compartidos en redes. Muchos de ellos diseñados para emocionar, provocar, enganchar, sin hacerles pensar.
Me doy cuenta de que lo importante no es que mi hijo tenga todas las respuestas. Sino más bien, que aprenda a parar un momento antes de aceptar algo como cierto y aprenda a hacer preguntas:
- ¿Quién me está diciendo esto?
- ¿Con qué intención?
- ¿Hay algo que no estoy viendo de esta historia?
No hace falta una gran teoría para empezar. A veces basta con una conversación tranquila, una duda que se deja en el aire, una frase como:
«¿Y tú qué piensas de esto?»
Pensar críticamente no significa desconfiar de todo. Significa mirar con curiosidad, ser capaz de cuestionar lo establecido y no dar todo por sentado.
Eso es lo que intentamos transmitir también en La EJE.
No buscamos que tengan todas las certezas, sino que aprendan a hacerse preguntas. Que desarrollen criterio. Que se equivoquen, claro, pero desde un pensamiento propio.
Que se formen como personas con mirada única, con dudas activas y con el valor de no conformarse con lo primero.
Y eso —más allá de los contenidos o las habilidades— es quizás lo más importante:
enseñarles a pensar con libertad.
Un abrazo,
Laurence Boucheron